martes, 3 de abril de 2018

El parnasiano del harén

Comienzo el segundo trimestre de este año con la segunda "hornada" de parnasianos que publicaron en la segunda antología. Se trata de los mismos autores a los que ya mencioné al comienzo de la singladura de este blog, sentados alrededor de "Le coin de table", el famoso cuadro de Fantin-Latour. Este pequeño grupo de jóvenes poetas se comenzó a reunir en 1869, y se hicieron conocer como "Les Vilains Bonhommes". De todos los presentes, el barbudo con boina fue el más afortunado, literariamente hablando -si exceptuamos la inmortalidad poética de Verlaine-, y también el más prolífico. Por desgracia, este excelente rimador ha pasado a la Historia como escritor de segunda categoría, aunque probablemente mereciera haber recibido una mayor consideración por sus abundantes y multifacéticas obras.


El parisino Ernest D'Hervilly (1839-1911) alcanzó una notable popularidad a finales del siglo XIX con sus artículos periodísticos, su literatura infantil y divulgativa, o sus exitosas comedias teatrales en un acto, para ser pronto olvidado al comenzar el XX. Su estilo es desenfadado e ingenioso, aproximándose más al arte ligero de Gautier y Banville, que a la ampulosidad épica de Leconte de Lisle.

Aunque su primera ocupación fue la de ingeniero de ferrocarriles, en torno a 1860 la abandonó para dedicarse en cuerpo y alma a las letras. Desde entonces y hasta la caída de Napoleón III, frecuentó los círculos parnasianos y las revistas críticas con el régimen. Más tarde, su amistad con la familia de Víctor Hugo le permitó acceder por la puerta grande al mundillo periodístico y ganarse la vida exclusivamente con la pluma, publicando asiduamente en todos los géneros literarios y convirtiendo cada novedad en un éxito de ventas.  Asimismo, su carácter afable y conciliador le sirvió para granjearse la amistad de cuantos escritores con los que confraternizó, al margen de filiaciones estilísticas a una u otra corriente, y de disputas estériles como la que mantuvieron sus colegas Rimbaud y Mérat. Y no sólo los escritores le tenían en alta estima: prestó un servicio inestimable a la incipiente escuela impresionista, ya que fue de los pocos críticos de arte que se atrevió a defender a Monet y otros pintores afines con motivo de sus primeras exposiciones, mientras todos los demás hacían piña para ridiculizarlos y desacreditarlos públicamente. Él mismo fue pintor en ratos libres, y se conservan excelentes acuarelas suyas en el nuevo e innovador estilo que anticiparía las revoluciones pictóricas del siglo XX.

Luego, si a estas cualidades añadimos su gran habilidad para moldear la expresión linguística y su asombrosa imaginación, fértil en toda clase de recursos lierarios, nos encontramos con un digno sucesor del gran Théophile Gautier. ¡Lástima que, en lugar de novelas y cuentos fantásticos, como nos legó éste, a D'Hervilly le atrajeran más los géneros "menores"! Por ejemplo, se le atribuyen unos 120 libros para niños, tanto editados como inéditos para consumo familiar, integrados por más de 3.500 obritas pedagógicas y lúdicas. ¿Acaso no hay que poseer una especie de "fuente de juventud" inagotable para ser capaz de tan inmenso derroche de creatividad? ¿Y qué hay de sus múltiples relatos divulgativos de la historia de Francia, narrados, a buen seguro, con la misma frescura y fluidez? ¿Cómo es posible que, a día de hoy, de tantas joyitas no quede prácticamente nada accesible a lo que ehar mano? 

Por lo que a este devoto servidor de Apolo respecta, al menos su magnífico libro de rimas, "Le harem", merece ya un puesto de honor en la historia de la poesía francesa.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario