martes, 7 de marzo de 2017

Un arte para los artistas

Ya sabemos que el archiconocido lema de los parnasianos lo acuñó Théophile Gautier, con "el arte por el arte", en una abierta oposición a la estética romántica que todos sus colegas contemporáneos -y él mismo- habían cultivado en sus inicios.

Pero, leyendo una epístola de Friedrich Nietzsche -dirigida el 19 de noviembre de 1886 a su amigo y amanuense, el director de orquesta y compositor Heinrich Köselitz, a quien el filósofo puso el seudónimo de "maestro Pietro Gasti"-, he comprobado que el empacho de romanticismo no sólo afectaba a Francia y a los genios de su literatura, sino también a otras nacionalidades europeas y a los espíritus más brillantes en otros ámbitos. 

La frase en cuestión de Nietzsche es ésta: 

"Hace falta una declaración antirromántica sobre la música; no querer, con la música, moral y elevación del pueblo, sino arte, arte para artistas, algo de indiferencia divina, algo de jovialidad improcedente, a costa de todas las cosas presuntamente importantes: el arte como sentimiento de superioridad, como montaña sobre la que encaramarse para eludir las tierras bajas de la política, Bismarck, el socialismo, el cristianismo, etc..."

Es más, en el epílogo de su última obra -"Nietzsche contra Wagner: documentos de un psicólogo", cuya redacción data de 1888-, se reafirma públicamente en su opinión:

"¡Cuánto nos daña ahora los oídos el estrépito teatral de la pasión, qué extraño a nuestro gusto se ha vuelto el tumulto romántico de los sentidos, ése que tanto atrae a la plebe que cuenta con estudios! No, si nosotros necesitamos todavía un arte, ha de tratarse de un arte distinto: sobre todo, de un arte para artistas. Y la primera condición para alcanzarlo es la serenidad." 
 



¿No son francamente reveladoras las intuiciones de Nietzsche? Un arte para artistas, nada de otros "paras": ni "para el pueblo", ni "para la educación", ni "para fomentar el acercamiento entre el ideal de hombre y los hombres reales"... En el fondo, ¿no se revela aquí la misma pulsión que incitaba a los parnasianos primero, y luego a los simbolistas y a los decadentistas, a cultivar un "arte por el arte"? 

¡Apolo Peán!

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